Cuando ocurre un accidente, y de manera especial si conocemos a la víctima, echamos la vista atrás en busca de todo lo bueno que se le pueda achacar como persona que fue importante en nuestra vida... También señalamos al culpable del accidente por acción u omisión, por negligencia de cualquier caso; y buscamos la denuncia a las autoridades para que pague con la cárcel. Y las indemnizaciones de los seguros para sus deudos. Pero a veces ocurre que la víctima es la culpable del accidente a secas.
Si una persona pierde su humanidad qué importa si cae el cielo encima o entra un mar por donde quiera. Si cae el cielo o entra un mar nadie es culpable, al menos Dios es inocente; el asunto cobra especial relevancia si existe una persona ajena a nuestros intereses, aunque haya tenido la desgracia de morir en el accidente y no puede defenderse: Culpable. El humano ser necesita culpar a alguien para justificar su odio. Si culpable o inocente qué importa... Un día nos damos cuenta que no podemos vengarnos de nosotros mismos y declaramos culpable al primero que asoma en nuestra vida con cara de sospechoso (hay caras con apariencias para todos los deseos), de los cargos ya se hablará. Necesitamos culpables para justificar nuestros horrores e ir a la cama libres de culpa. Vamos a peor, eso es innegable.
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