Porque uno siente en exceso el dolor ajeno, también el familiar, me interesa volver la mirada a la realidad continuda en el tiempo, demasiado tiempo en este caso. Este país necesita resurgir, volver a ilusionarse pero no valen las promesas, solo los hechos valen. Solo. El trabajo de subsistencia que encanta a los empresarios amigos de Rajoy al estar exento de cotización a la Seguridad Social, por más que Motoro asegure que el trabajo sumergido unde la economía del país... La familia, los hijos, esa fea costumbre de comer. La famila, no me canso.
Hoy más que antes esa realidad continuada se agudiza con la crisis. No hay dinero para las comunidades autónomas, o no les llega para atender las necesidades de la ciudadanía. Y es entonces cuando aparece la pobreza extrema y con ella la exclusión social. O la autoexclusión que si llega te puedes dar por perdido. No es lo mismo que te excuyan a que te excluyas. De la exclusión social es difícil salir pero se sale: un trabajo, un amor, otra esperanza, unos abuelos bajo el mismo cielo y en ese plan. De la autoexclusión no, o no sin fe: un dios bueno y el mejor de los milagros. La ciudadanía vive y muere para mayor gloria y negocio de los empresarios amigos de Rajoy.
Los viejos de antes lucían felices y jugaban a la petanca y ahora parece que no salen del gimnasio. Los abuelos y las abuelas de ahora no tiene hambre. Ni salud, eso sigue igual. Con los años la salud se tambalea.
A los que siempre ganan les viene ancha la cintura y los cinturones ya no sirven para evitar el desbordamiento de sus michelines que son una gordura obsesiva. El sistema global se regodea y se recrea en la indiferencia. No hay nada de qué hablar: son los amos empleadores, los dueños del dinero; en sus manos está la razón que llama a la explotación y en las manos de los políticos la injusticia y los conflictos pendientes de solución.
Tenemos que impedir que los mismos que han destruido el país con las prácticas imperialistas y que nos han mentido durante años, impunes responsables de los males que nos aquejan nos sigan mintiendo, y además desvalijen el erario. Tenemos que volver a la verdad, al menos mientras haya un hálito de esperanza; ya sea por una puerta o abriendo otra pero no depositando nuestra confianza en otro engaño mayor. Si algo exaspera y enerva al más comedido mortal es la desfachatez que los inmorales pretenden vestir de virtud, la desvergüenza, esa enfermiza ambición exhibida y honrada como misericordia. El cuento perverso de nunca acabar como única bondad; la impunidad homologada que celebra la legalidad. Duele el hambre, duele la pobreza de quienes no tienen derechos. El humano ser quiere caminar, avanzar, no quiere quedar encerrado en sí mismo. "Buscando el bien de nuestros semejantes encontramos el nuestro". Platón.
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