lunes, 20 de marzo de 2017

Desertores del arado.

    "La población de nacionalidad española que ha optado por residir en el extranjero aumentó en un 4,4 % en 2016, 101.581 personas más que el ejercicio anterior, lo que provoca que el número total de españoles inscritos fuera del país sea ya de más de 2,4 millones. Según datos publicados este miércoles por el Instituto Nacional de Estadística (INE), a fecha de 1 de enero de 2017 eran 2.406.611 los españoles residentes en el extranjero, casi un millón más que hace ocho años cuando comenzó la crisis". EFE.

Como Luís Bárcenas, los ciudadanos españoles, tenemos espíritu emprendedor y nos apasiona ampliar horizontes cuanto más lejos mejor. Recorrer mundo y aprender idiomas y sucumbir a los encantos de la cultura de otros países. Y romper con el pasado y romper con la familia. Los ciudadanos españoles son tan despegados en quereres que ni chuches a la niña de Rajoy. Ay, qué niña, me cuentan que salió a su padre, también lleva la movilidad geográfica en la sangre: no deja pasar un fin de semana sin ir a Galiza a comer pescados y mariscos.

Un país sucumbe a la pobreza y la incertidumbre. Y la familia sigue desunida. Los españoles somos contestatarios hasta que el Alzheimer llega casualmente cuando llegan las elecciones. Entonces, los votantes salen victoriosos a la calle y la alegría hace presencia con el nuevo día. Un día sigue idéntico al anterior pero disimulamos. Sin patria y sin bandera, sin héroes a quien honrar, somos lo que nunca debimos ser. O volvemos a soñar que no todo está perdido, o volvemos a la fe de un Ente Supremo y amén. (Las culpas de los votantes son y no de los españoles).

Los dueños de los partidos políticos creen que los españoles de reconocido prestigio, y los que no lo son por falta de oportunidades, deben vivir en el extranjero. Para ser español hay que vivir en el extranjero y no de turista. Lo digo en serio: Les enseñamos a los dueños de los partidos políticos al unísono el camino a seguir con caceroladas, o además de llevarse el Erario se llevarán la innata capacidad que tenemos para ser felices. Y yo que llegué a pensar en Fallas que a pesar de la pobreza y todas las precariedades juntas, las risas de los falleros y las falleras estaban justificadas porque nunca llovió que no escampase. Joder, dona. Por cierto, esta mañana barriendo la acera, la vecina chismosa me contó que la amiga de una prima que vive en Zaragoza quiso recuperar a su hijo y le pidieron rescate... De dónde si tiene a su familia en el paro... El que va no vuelve. Al menos siempre nos quedará el wasap. Gracias... (de nada).

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