martes, 5 de abril de 2016

Amor transversal.

Una señora estupenda, amiga que fue, ahora me insulta con su silencio y amenaza con lo que desearía fuera el final de nuestra relación de amistad. En defensa de esa amistad he de decir que no fui yo sino ella que forzó la relación, y, aún y así, comenta por las redes sociales que la comunicación conmigo es cronológica, o sea, por delegación (me dijo que bien de otra manera). Lo que viene a demostrar que no está ni la debo esperar. Sin lugar a dudas el insulto es vulgar, a no ser que le quede algo de creación en la palabra. Otros fueron los tiempos y otras las circunstancias. Entonces, ante el éxito obtenido, ni una lágrima para disminuir el perjuicio de su silencio que nunca alcanzará el grado de ofensa.

Dueño que fui de su intimidad, hasta que Afrodita, diosa de la belleza, el amor y el deseo quiera, santa la poesía. El amor no tiene dueño, quizás adversarios, alguno también estupendo (nacieron la una para el otro. Por muchos años), pero eso no estoy dispuesto a defenderlo ante los tribunales de justicia que es donde se dirimen estos asuntos, o ante un café y unas pastas de té que sería más civilizado.

Desde hace un tiempo los dueños de los partidos políticos hablan de pactos transversales; los tiempos han cambiado y no sé, igual debiéramos volver al amor de forma transversal donde comienza el olvido al otro lado de un mar. Igual debiéramos pasar al sistema de las consecuencias donde lo que empieza termina. (Me cuenta que me sigues leyendo... Por mucho tiempo si sigo escribiendo, y lo haré me leas o no). Si de algo me tengo que disculpar me lo dices y me disculpo. También me puedo arrepentir. Por la amistad, por el amor si aún lo recuerdas... Una pregunta, ¿te atreverías con un amor transversal?

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