domingo, 25 de febrero de 2018

La ira de un solo dueño. Y se acabó.

Otros amores fueron y volvieron. Al contrario, la vida se va y no vuelve, o el tiempo que se deja por vivir. La parca no sabe que a mi espalda los puñales le resbalan porque sé querer como se quiere cuando se ama hasta las trancas, y soy un soñador tenaz y escribo el día que me gusta. Vivo mi vida y a veces la de otros si una esperanza acompaña.

Un amor me necesita aunque no lo sabe. Yo le entregaría los días y mis horas de escritor comprometido con el amor y la santa poesía. De mis amores, uno, lo tengo a pie de calle. Lo tengo a dos pasos, sin embargo, interpreta su vida caprichosamente y pasa de mí aún sabiendo que sería para ella como un libro bueno. A ese amor le debería dedicar tiempo porque después de haberse ido ha vuelto y tiene que actualizar sus días, pero no mucho: sus ojos chivatos lo delatan, sus días son ejemplo de un mismo pasado y no tienen nada que ofrecer al porvenir. (No volveré a invitarte a compartir amaneceres, pero si tú decides volver no será tarde, eso sí, ven libre, sin la ira de un solo dueño). Gracias.

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